Aloha

Hijo de una tormenta solar y un Dios loco y olvidado, Roberto Olaf llegó a la tierra en un drakkar de fuego helado. Como cualquier persona sana criada en La Mancha, pasó la infancia tirándole piedras a cualquier cosa en los descampados y soñando con otros mundos, mucho más cercanos para él que para el resto de nosotros. Una pareja de ancianos granjeros le criaron, enseñándole a apreciar la cultura de su planeta adoptivo, inculcándole los valores que desde entonces esgrime: “No huyas, hijo. Se tú mismo.”
Vivió en Cuenca en lo alto de una colina, donde estudió libros ocultos mientras se formaba en diseño gráfico y fotografía. Actualmente ha vuelto a su tierra natal, La Mancha donde vive sentado en el porche de su casa mientras escucha música, lee y dispara con su cámara fotográfica. También le acompaña un rifle de caza, si la visita no es bienvenida. De vez en cuando sale a la ciudad para comprar munición, ver los partidos del Atlético y pinchar música en los suburbios.


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